En las últimas décadas se ha consolidado la figura de las startups y se la ha proyectado como la
innovación por antonomasia. "Las startups son las nuevas estrellas de
la constelación internacional de la innovación", se afirma. Se ha
estabilizado y fijado en el imaginario social algo que es sólo una de las
muchas formas sociales posibles de innovación, es decir de abrirse a lo nuevo.
Sin embargo, a los ojos de la mayoría nada hay más innovador que una startup, sobre todo si es de tipo
tecnológico (sea lo que sea lo que se entienda por este adjetivo) tenga que ver
con "capital de riesgo" y, en lo posible, con Silicon Valley o similares. Su particular mecanismo de surgimiento
se ha convertido en un modelo a seguir. Comienzan con un capital inferior a
10.000 dólares "liderados por un par de profesionales la mayoría jóvenes
de menos de 35 años", muy inteligentes, ambiciosos y que trabajan muchas
horas al día motivados por la posibilidad de unas recompensas ingentes y
cercanas.
Es una figura con cierto glamour,
con apologetas, con epígonos y, sobre todo, con muchos recursos económicos que,
en sí mismos, han construido un mercado, una ideología y una forma de vida. Una
empresa startup es una iniciativa que
está en sus comienzos pero que necesita urgentemente salir de esos comienzos;
necesita "acelerarse", quemar etapas, avanzar velozmente hacia fases
a las que a otras les ha costado años o décadas llegar. Necesita un crecimiento
veloz de su precio, tenga o no ganancias en la economía real en este momento.
"La startup puede parecer una
PYME pero no lo es. (...) nace muy pequeña
pero vive para crecer en forma exponencial y llega a ser muy grande en poco
tiempo, incluso llegando a ser una corporación que cotiza en bolsa de
comercio".
Los poderes públicos han favorecido a las startups a veces sin conocer muy bien
los efectos reales que tendrá sobre el empleo, la difusión tecnológica, el
cambio de cultura o la economía en general. Sin embargo, se sabe que desde el
punto de vista de su incidencia socioeconómica el valor de cada startup individual es muy bajo, incluso
aunque sean exitosas. Paradójicamente, su capacidad de creación de empleo
disminuye a medida que triunfa. Una startup
"escalable" es aquella que, por ejemplo, aunque consiga doblar el
número de clientes no dobla su número de trabajadores. Las demandas de esos
nuevos clientes deben ser solucionadas con más tecnología no con más
trabajadores. "Subirá un poco la inversión
en servidores y a lo mejor contratan a una persona más, pero ya está. En eso
consiste la "escalabilidad"
Un startup tiene
sobre todo valor financiero, su lógica es mucho más especulativa que
productiva. Genera más empleo una discoteca
que una startup. El destino mayoritario de las startups es ser absorbidas por empresas mayores, contribuyendo, en
muchos casos, a los monopolios u oligopolios globalizados. No son un factor de
sociodiversidad ni necesariamente garantizan su arraigo en las economías
locales, más bien todo lo contrario.
Miles de startups
en el mundo trabajan y sueñan sólo para desarrollar y venderle aplicaciones
informáticas a Google, You Tube, Twitter,
Apple o Microsoft, es decir, algunos de los dueños del mundo. La esperanza
de sus promotores y de quienes las financian es ser compradas por estos
gigantes y tener la vida asegurada a los veinte años en el caso de los primeros
e invertir nuevamente en otras iniciativas en el caso de los segundos. Con la
venta a esas empresas desaparece una práctica y no queda registro de su paso
por la historia. Las startups borran
la memoria de sí mismas.
Por otra parte, las trayectorias de innovación que promueven
son de dudosa coherencia con la propia lógica del mercado. Combinan un furioso
darwinismo social (muchos son los llamados y muy pocos los elegidos: decenas,
centenares, miles de emprendedores, compiten por fondos escasos y la inmensa
mayoría muere en el camino) con un proteccionismo llevado al límite. Los términos
"incubadora" y "business
angels" hablan por sí solos: se cuida con primor a la criatura
defendiéndola de las inclemencias del mercado, para envidia del noventa y nueve
por ciento de las empresas que nunca recibieron ni recibirán jamás tales
muestras de cariño de nadie.
Desde un punto de vista macroeconómico el sistema de startups es un sistema de apuestas
dinamizado por una pléyade de inversores que buscan rentabilizar sus dineros de
la forma más rápida posible. Es decir, un casino como lo es toda la economía
financiera globalizada. Por eso da lo mismo el "tema" o el mercado de
una startup: educación o
biotecnología, vacunas o videojuegos, salud o armamentos. Todo cabe en el mundo
de las startups, mientras se mantenga
la promesa de grandes ganancias a corto plazo. Esto plantea preguntas de fondo
a cualquier estrategia de fomento público de startups: ¿Vale cualquier startup? ¿Es aceptable como modelo social,
empresarial y ciudadano un conjunto de prácticas basadas en la ambición
desbordada, en el inmediatismo, en la especulación financiera, en la
aceleración vital? ¿Es razonable hacer de las startups un modelo para el mundo de la Pyme?
Es crucial diferenciar entre un sistema de emprendimiento y
un sistema de innovación. El segundo es mucho más amplio que el primero. Puede
adjetivar a todas las prácticas sociales. Pero ni todo emprendimiento es
innovador ni toda innovación es emprendedora. Innovación y emprendimiento son
dimensiones distintas de las prácticas sociales. La innovación es un rasgo
cultural, una constante antropológica que puede o no estar vinculado a un
sistema de emprendimiento. Este último probablemente requiera de un sistema de
innovación pero no al revés. Las startups
son innovación mercantilizada, es decir, una de las posibilidades de la
innovación, no la única.
Las startups, a
pesar de su propia autodefinición no son el punto de partida de la innovación:
pueden ser el punto de partida de un veloz recorrido empresarial, cosas
distintas. Las startups son más bien
el punto de llegada de unas trayectorias de larga duración que, a pesar de la
juventud de la mayoría de sus actores, son el destilado de mucha inversión en
capacitación, tecnología, horas de trabajo, ideas, relaciones etc. Las startups se encuentran, desde el
comienzo, en los niveles superiores de la pirámide social de la innovación.
El sistema startup
es pesado y elitista y nuestros países requieren un sistema de
innovación más liviano y expandido,
vinculado a la cultura, en sentido amplio no sólo a la economía y a la
productividad en sentido estricto. Es necesario revisar este sistema y
adaptarlo a las realidades empresariales y de innovación que existen realmente
en nuestras latitudes, en su tejido cultural, en sus capacidades y
posibilidades y, sobre todo, en las necesidades de mejoramiento de la vida
cotidiana.
Desde nuestro punto de vista, es decir desde los postulados
de la innovación simétrica, lo
relevante son los espacios iniciales de creatividad e innovación que pueden ser
estimulados por los esfuerzos públicos y privados. Innovación simétrica es
innovación entre diferentes y entre iguales: diferentes en competencias pero
equivalentes en valor. Antes de la creación de los proyectos, antes siquiera de
que las ideas comiencen a concretarse en iniciativas cerradas son necesarios
espacios de creatividad horizontales, dialogantes y colaborativos. La
innovación simétrica busca crear las condiciones para que emerjan las ideas y
los proyectos no para "incubarlos" una vez que han nacido. Buscan
crear un caldo de cultivo, un caldo primigenio, amplio, diverso y no jerárquico
donde las colisiones azarosas den lugar a iniciativas de todo tipo. La
innovación simétrica es una innovación de la innovación. Antes de los planes de
marketing, antes de los power points, antes de los parques tecnológicos, antes de
los convenios Universidad-Empresa etc. es necesario conceptualizar, diseñar,
financiar y conectar lugares de innovación colaborativa, ciudadana y
comunitaria. Lugares que faciliten los vínculos horizontales y abiertos donde
el objetivo del emprendimiento mercantil sea solo una posibilidad entre otras,
no un objetivo obsesivo y apriorístico.
Necesitamos una base de innovación que recoja y estimule las
ideas de los muchos. Un cambio de perspectiva que evolucione desde una visión de la innovación como misión y tarea
de las élites a una visión que la entienda como una práctica de las mayorías
con objetivos de mejoramiento de la vida común. La innovación no es
necesariamente aceleración vital, premura existencial, ni urgencia de
rentabilidad. Por el contrario es, o debería ser en gran medida una apuesta,
progresista y parsimoniosa, para reconocer y aprovechar las capacidades y los
talentos ausentes, para transformar los objetos-ideas imposibles en
objetos-ideas posibles. (B.de Sousa Santos).
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