martes, 21 de octubre de 2014

Post 35: Expandir la innovación: vida más allá de las start ups


La principal tarea de la innovación, debería ser, pero no siempre es, innovarse a sí misma. Sin embargo, la cultura de la innovación actual es perezosa,  le cuesta cuestionarse, mirarse desde fuera, sacudirse la caspa de los hombros, cambiar el orden de los factores, lanzarse a la piscina, juntar peras con manzanas... En definitiva, le cuesta ser fiel a su propio programa de creatividad. Muchas de las prácticas de innovación institucionales se han estabilizado y siguen unos protocolos estrictos, se han ritualizado y se consideran como tales pautas y experiencias muy formalizadas que seleccionan y validan sólo una parte ínfima de la creatividad social distribuida socialmente.

En las últimas décadas se ha consolidado la figura de las startups y se la ha proyectado como la innovación por antonomasia. "Las startups son las nuevas estrellas de la constelación internacional de la innovación", se afirma. Se ha estabilizado y fijado en el imaginario social algo que es sólo una de las muchas formas sociales posibles de innovación, es decir de abrirse a lo nuevo. Sin embargo, a los ojos de la mayoría nada hay más innovador que una startup, sobre todo si es de tipo tecnológico (sea lo que sea lo que se entienda por este adjetivo) tenga que ver con "capital de riesgo" y, en lo posible, con Silicon Valley o similares. Su particular mecanismo de surgimiento se ha convertido en un modelo a seguir. Comienzan con un capital inferior a 10.000 dólares "liderados por un par de profesionales la mayoría jóvenes de menos de 35 años", muy inteligentes, ambiciosos y que trabajan muchas horas al día motivados por la posibilidad de unas recompensas ingentes y cercanas.

Es una figura con cierto glamour, con apologetas, con epígonos y, sobre todo, con muchos recursos económicos que, en sí mismos, han construido un mercado, una ideología y una forma de vida. Una empresa startup es una iniciativa que está en sus comienzos pero que necesita urgentemente salir de esos comienzos; necesita "acelerarse", quemar etapas, avanzar velozmente hacia fases a las que a otras les ha costado años o décadas llegar. Necesita un crecimiento veloz de su precio, tenga o no ganancias en la economía real en este momento. "La startup puede parecer una PYME pero no lo es. (...) nace muy pequeña pero vive para crecer en forma exponencial y llega a ser muy grande en poco tiempo, incluso llegando a ser una corporación que cotiza en bolsa de comercio".

Los poderes públicos han favorecido a las startups a veces sin conocer muy bien los efectos reales que tendrá sobre el empleo, la difusión tecnológica, el cambio de cultura o la economía en general. Sin embargo, se sabe que desde el punto de vista de su incidencia socioeconómica el valor de cada startup individual es muy bajo, incluso aunque sean exitosas. Paradójicamente, su capacidad de creación de empleo disminuye a medida que triunfa. Una startup "escalable" es aquella que, por ejemplo, aunque consiga doblar el número de clientes no dobla su número de trabajadores. Las demandas de esos nuevos clientes deben ser solucionadas con más tecnología no con más trabajadores. "Subirá un poco la inversión en servidores y a lo mejor contratan a una persona más, pero ya está. En eso consiste la "escalabilidad"

Un startup tiene sobre todo valor financiero, su lógica es mucho más especulativa que productiva. Genera más empleo una discoteca que una startup. El destino mayoritario de las startups es ser absorbidas por empresas mayores, contribuyendo, en muchos casos, a los monopolios u oligopolios globalizados. No son un factor de sociodiversidad ni necesariamente garantizan su arraigo en las economías locales, más bien todo lo contrario.

Miles de startups en el mundo trabajan y sueñan sólo para desarrollar y venderle aplicaciones informáticas a Google, You Tube, Twitter, Apple o Microsoft, es decir, algunos de los dueños del mundo. La esperanza de sus promotores y de quienes las financian es ser compradas por estos gigantes y tener la vida asegurada a los veinte años en el caso de los primeros e invertir nuevamente en otras iniciativas en el caso de los segundos. Con la venta a esas empresas desaparece una práctica y no queda registro de su paso por la historia. Las startups borran la memoria de sí mismas.
Por otra parte, las trayectorias de innovación que promueven son de dudosa coherencia con la propia lógica del mercado. Combinan un furioso darwinismo social (muchos son los llamados y muy pocos los elegidos: decenas, centenares, miles de emprendedores, compiten por fondos escasos y la inmensa mayoría muere en el camino) con un proteccionismo llevado al límite. Los términos "incubadora" y "business angels" hablan por sí solos: se cuida con primor a la criatura defendiéndola de las inclemencias del mercado, para envidia del noventa y nueve por ciento de las empresas que nunca recibieron ni recibirán jamás tales muestras de cariño de nadie.

Desde un punto de vista macroeconómico el sistema de startups es un sistema de apuestas dinamizado por una pléyade de inversores que buscan rentabilizar sus dineros de la forma más rápida posible. Es decir, un casino como lo es toda la economía financiera globalizada. Por eso da lo mismo el "tema" o el mercado de una startup: educación o biotecnología, vacunas o videojuegos, salud o armamentos. Todo cabe en el mundo de las startups, mientras se mantenga la promesa de grandes ganancias a corto plazo. Esto plantea preguntas de fondo a cualquier estrategia de fomento público de startups: ¿Vale cualquier startup? ¿Es aceptable como modelo social, empresarial y ciudadano un conjunto de prácticas basadas en la ambición desbordada, en el inmediatismo, en la especulación financiera, en la aceleración vital? ¿Es razonable hacer de las startups un modelo para el mundo de la Pyme?

Es crucial diferenciar entre un sistema de emprendimiento y un sistema de innovación. El segundo es mucho más amplio que el primero. Puede adjetivar a todas las prácticas sociales. Pero ni todo emprendimiento es innovador ni toda innovación es emprendedora. Innovación y emprendimiento son dimensiones distintas de las prácticas sociales. La innovación es un rasgo cultural, una constante antropológica que puede o no estar vinculado a un sistema de emprendimiento. Este último probablemente requiera de un sistema de innovación pero no al revés. Las startups son innovación mercantilizada, es decir, una de las posibilidades de la innovación, no la única.

Las startups, a pesar de su propia autodefinición no son el punto de partida de la innovación: pueden ser el punto de partida de un veloz recorrido empresarial, cosas distintas. Las startups son más bien el punto de llegada de unas trayectorias de larga duración que, a pesar de la juventud de la mayoría de sus actores, son el destilado de mucha inversión en capacitación, tecnología, horas de trabajo, ideas, relaciones etc. Las startups se encuentran, desde el comienzo, en los niveles superiores de la pirámide social de la innovación.

El sistema  startup  es pesado y elitista y nuestros países requieren un sistema de innovación más liviano y expandido,  vinculado a la cultura, en sentido amplio no sólo a la economía y a la productividad en sentido estricto. Es necesario revisar este sistema y adaptarlo a las realidades empresariales y de innovación que existen realmente en nuestras latitudes, en su tejido cultural, en sus capacidades y posibilidades y, sobre todo, en las necesidades de mejoramiento de la vida cotidiana.

Desde nuestro punto de vista, es decir desde los postulados de la innovación simétrica, lo relevante son los espacios iniciales de creatividad e innovación que pueden ser estimulados por los esfuerzos públicos y privados. Innovación simétrica es innovación entre diferentes y entre iguales: diferentes en competencias pero equivalentes en valor. Antes de la creación de los proyectos, antes siquiera de que las ideas comiencen a concretarse en iniciativas cerradas son necesarios espacios de creatividad horizontales, dialogantes y colaborativos. La innovación simétrica busca crear las condiciones para que emerjan las ideas y los proyectos no para "incubarlos" una vez que han nacido. Buscan crear un caldo de cultivo, un caldo primigenio, amplio, diverso y no jerárquico donde las colisiones azarosas den lugar a iniciativas de todo tipo. La innovación simétrica es una innovación de la innovación. Antes de los planes de marketing, antes de los power points,  antes de los parques tecnológicos, antes de los convenios Universidad-Empresa etc. es necesario conceptualizar, diseñar, financiar y conectar lugares de innovación colaborativa, ciudadana y comunitaria. Lugares que faciliten los vínculos horizontales y abiertos donde el objetivo del emprendimiento mercantil sea solo una posibilidad entre otras, no un objetivo obsesivo y apriorístico.

Necesitamos una base de innovación que recoja y estimule las ideas de los muchos. Un cambio de perspectiva que evolucione desde una  visión de la innovación como misión y tarea de las élites a una visión que la entienda como una práctica de las mayorías con objetivos de mejoramiento de la vida común. La innovación no es necesariamente aceleración vital, premura existencial, ni urgencia de rentabilidad. Por el contrario es, o debería ser en gran medida una apuesta, progresista y parsimoniosa, para reconocer y aprovechar las capacidades y los talentos ausentes, para transformar los objetos-ideas imposibles en objetos-ideas posibles. (B.de Sousa Santos).

Los ejemplos existen. En Chile, iniciativas como Santiago Maker Space muestran un camimo a seguir. Proyectos audaces que reconocen la capacidad y la inventiva social creando espacios y momentos de convivencia creativa, recogiendo y expandiendo talentos, apostando y arriesgando.  Las startups tienen, por supuesto, derecho a existir; forman parte de la variabilidad del mundo. Son una creación cultural compleja  y fuertemente vinculada al capitalismo digitalizado y recombinante actual, pero hay vida creativa más allá de ellas. Sobre todo hay muchas necesidades sociales que, dado su enfoque en la rentablidad, las startups nunca podrán satisfacer ni siquiera creando "mercados de pobres" encubiertos bajo eufemismos como "innovación frugal", "economía colaborativa" u otros.

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