lunes, 8 de julio de 2013

Post 20: Cultura de la innovación y otros tópicos


No resulta fácil escapar de los tópicos en lo que respecta  a la innovación. Innovación: ¡Cuántos discursos vacíos se han pronunciado en tu nombre! No cabe duda que hay diferentes maneras entender la innovación; no sólo está a aquella que la vincula con la productividad y la hace formar parte de la familia I+D+i , aunque sea como el miembro menor y generalmente subordinado a sus hermanos mayores. Por nuestra parte, preferimos pensar a la innovación como una constante antropológica, como una capacidad  "natural" de  los homínidos para salir de los espacios de homogeneidad, de rutina y entropía.  

La innovación es el resultado espontáneo del encuentro de las sociedades humanas con las contingencias de la vida en común. Emerge, evidentemente, de los imperativos de la subsistencia, pero también del puro placer de la imaginación, es decir, de lo que no está sometido a las exigencias de la utilidad inmediata o que se relaciona con otros tipos de utilidad. De la utilidad de la utopía o del bien común, por ejemplo.

La innovación es inevitable y, por lo tanto, no es la excepción sino la norma. Frente a una idea de la innovación como lo extra-ordinario o lo raro debemos entenderla como lo normal de la especie y de las sociedades. Las capacidades de innovación se encuentran ampliamente distribuidas en todo el campo social, sin limitaciones territoriales, de clase, étnicas, etarias o de género. Innovar es crear sociodiversidad y, a su vez, la sociodiversidad sostiene a la innovación. Una sociedad de innovadores es una sociedad más rica y más libre. 

Es evidente que hay ambientes, culturales,  en un sentido amplio, que favorecen más aparición, difusión, imitación y realización de "buenas ideas" como las llama Steven Johson. Es decir, hay mejores y peores entornos para la innovación. Y también es evidente que en toda sociedad las posibles innovaciones forman un conjunto mayor que las efectivamente realizadas. y que las capacidades humanas de imaginación y creación siempre son mayores que las relacionadas con el trabajo productivo.

Cuando legos y expertos se refieren a la cultura de la innovación generalmente tienen en mente tres cosas: en primer lugar, un sujeto típico de la innovación, en segundo lugar, un área privilegiada de innovación y en tercer lugar un tipo de actividad preferente. El sujeto típico y tópico es el emprendedor individual  que desarrolla sus iniciativas en el área, integrada, de la ciencia y la tecnológica creando empresas comerciales. De allí se deriva que la cultura de la innovación significa  apoyar a  a estos sujetos para que consoliden sus proyectos.  Aquí "cultura" se entiende exclusvamente por cultura tecnocientíica. Schumpeter y el Manual de Oslo han causado estragos en el sentido común de la innovación. 

Pero hace ya mucho tiempo que sabemos que la innovación no se limita a la ciencia ni a la tecnología ni a la economía, sobre todo no a una única economía y que incluso esta ciencia, esta tecnología y esta economía requieren de una base de creatividad social distribuida, "líquida", azarosa, donde se produzcan los fermentos que luego podrán utilizar para su propios fines. 

Por cultura de la innovación deberíamos entender un espacio amplio de intercambios abiertos donde los imaginarios y los comportamiento individuales y colectivos se entrecruzan y mezclan favoreciendo que el potencial de creatividad común se realice, es decir, se haga realidad en ideas y obras materiales en un continuo que va desde las simples innovaciones de la vida cotidiana hasta el más sofisticado objeto biotecnológico.

Creemos, por tanto,  en una innovación, distribuida, simétrica y de baja intensidad, válida en sí misma más allá del objeto sobre el que se aplique y donde el sujeto de la innovación puede ser cualquiera. Facilitar que esa innovación se expanda y se democratice debería ser un proyecto político y ciudadano positivo.

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