La cooperación, o la colaboración, se ha instalado en el centro de un nuevo modelo productivo. Todavía no es
mayoritaria, estadísticamente hablando, pero señala maneras
emergentes de organizar la vida económica. Nunca los modelos
productivos son puros; siempre conviven con otros. Es cuestión de relevancia no de dominio o de extensión total. La llamada economía industrial
nunca se expandió a todos los rincones del planeta de manera
homogénea. Convivió y convive con extensas zonas y prácticas de
tipo agrícola tradicional, por ejemplo, y con emergentes zonas
digitalizadas, pero no cabe duda que fue y es hegemónico en
relación a ellas. Su racionalidad productiva y organizativa así
como su propio ethos cultural influyó en todos los ámbitos
de la vida social y económica. Lo mismo sucede con la actual
economía cognitiva, post-fordista y su expresión digitalizada,
recombinatoria y colaborativa que afecta a una parte minoritaria de
las prácticas económicas y culturales pero que sin lugar a dudas
condiciona a los demás modos productivos presentes.
La economía se hace, cada vez más,
colaborativa, repetimos; requiere de la cooperación y producción
entre iguales (peer to peer) como forma de reducir costes, de aumentar la velocidad
de los procesos productivos y sobre todo, de recoger talento e ideas fuera de
la gran empresa. Necesita de la colaboración y extracción de información de la base de la pirámide, es decir del "común" y de los conocimientos, afectos, relaciones, imaginaciones e innovaciones que allí se producen. "Las empresas inteligentes y multimillonarias reconocen
que la innovación suele iniciarse en la periferia del sistema"
(Wikinomics).
Eso es lo que otros llaman "innovación
abierta", recoger el talento y la imaginación extramuros
de la empresa y utilizarla como imput para dinamizarla y ser
más competitiva.
Un espacio globalizado y conectado
digitalmente permite extraer información desde cualquier nodo de una
red. La información está cada vez más disponible. Los desafíos son traducirla, interpretarla y aplicarla. Por eso muchas empresas "han
sacado partido a la colaboración y a la autoorganización en tanto
que nuevos y potentes instrumentos para reducir costes e innovar con
rapidez. (...) Hoy en día millones de individuos interconectados
pueden participar activamente en la innovación, la creación de
riqueza y el desarrollo social de formas que antaño no podían
imaginar" (Wikinomics)
Esta descripción pareciera dar cuenta
de un mundo nuevo donde se ha instalado de manera amplia la
cooperación entre los agentes económicos. Pero la razón no es
altruista: la economía capitalista no tiene otra posibilidad que ser
colaborativa al mismo tiempo que la lógica competitiva continúa siendo el motor de las
iniciativas empresariales. No es una tardía victoria del príncipe
Kropotkin y su apoyo
mutuo quien aseguraba que "en lugar de la lucha, aparece la
cooperación que conduce al desarrollo de las facultades
intelectuales y de las cualidades morales, y que asegura a tal
especie las mejores oportunidades de vivir y propasarse." El
príncipe y geógrafo anarquista se preguntaba: "¿Quiénes son más
aptos, aquellos que constantemente luchan entre sí o, por lo
contrario, aquellos que se apoyan entre sí?" Y se respondía:
"Los que sobreviven no son los más hábiles sino aquéllos que
mejor saben unirse y apoyarse los unos a los otros -tanto los
fuertes como los débiles- para el bienestar de toda su comunidad"
Pero nada más distante de la realidad de la colaboración. La colaboración actual es utilizada como
recurso competitivo."Contribuir a la propiedad común no es
altruismo: a menudo es la mejor manera de construir ecosistemas
empresariales activos que utilizan una base de tecnología y saber
para acelerar el conocimiento y la innovación" (Wikinomics).
La competencia continúa siendo el mecanismo central de la economía.
La diferencia estriba en que las ventajas colaborativas sostienen cada vez con mayor fuerza a las ventajas competitivas.
Para competir hay que colaborar. Porque la disponibilidad creciente las tecnologías de la información pone al alcance de
todos los instrumentos necesarios" para colaborar,
crear valor y competir"." Está claro, lo dicen unos defensores acérrimos a la vez del modelo competitivo y colaborativo.(Wikinomics).
El modelo es entonces: colaborar-crear
valor-competir que se diferencia de un modelo colaborativo "puro" que
seguiría la lógica colaborar-crear valor-colaborar. Ambas lógicas son radicalmente
distintas: un mismo medio, la colaboración, se utiliza para un fin
distinto. En el primer caso, la creación de valor a
través de la colaboración es un instrumento para competir; un
mecanismo de extracción de conocimientos y, por lo tanto, de valor, en espacios que han roto las barreras de entrada, se han abierto a los intercambios entre distintos actores, han generado confianzas recíprocas etc. Acto seguido los resultados de la colaboración vuelven a insertarse en
el espacio del mercado competitivo. Es otra vuelta de tuerca para una
privatización de la colaboración y, por lo tanto, del común. Se
colabora para competir, o más bien algunos utilizan la
colaboración de otros para competir. IBM "se beneficia de la
buena voluntad de miles de desarrolladores de empresas e
independientes que están comprometidos con la visión de Linux y el
crecimiento de la comunidad" (Wikinomics). Aquí la ética colaborativa se
entremezcla, a veces peligrosamente, con la ética competitiva. El llamado cuarto sector (actividad empresarial con fines
sociales) es un claro ejemplo de ello. Sus patrocinadores afirman que su modelo es alternativo y diferente al modelo dominante. Pero no es así. Insistimos: el
capitalismo se ha hecho colaborativo en su conjunto y lo será cada
vez más. La llamada "economía colaborativa" y el cuarto sector per se no cambian nada, no transgreden nada,sólo hacen explícito y, a su manera, profundizan el modelo de producción vigente.
En el segundo caso, la creación de
valor a través de la colaboración tiene por objeto crear más
colaboración y aprendizaje mutuo. Se colabora para aprender y se
aprende a colaborar. Es un circuito virtuoso donde la competencia
externa es una posibilidad entre otras muchas puesto que lo relevante es el
proceso de cooperación en sí mismo y los aprendizajes compartidos
derivados de ello, teniendo como referente el bien común.
Es decir, existe una colaboración que
es un medio para un fin: se colabora para competir mejor. Y una
colaboración que es un fin en sí misma: se colabora para colaborar. Ambas son posibilidades disponibles para los actores sociales. El mundo es ancho y heterogéneo, pero no hay que confundirlas.
Me parece interesante la diferenciación que planteas y reflexionaré sobre ello al hilo de la investigación que estoy haciendo sobre el crowdsourcing. Supongo que has leído el libro de R. Sennett "Juntos" en el que precisamente analiza la idea de colaboración; una idea que está enraizada en las necesidades del ser humano y que ha sido muy productiva en las sociedades artesanales, pero que él cuestiona en la era de internet por más que se hable mucho de este asunto, pues al mismo tiempo que se está a favor de la cooperación en la teoria, se impide desde la práctica; ¿cómo compaginar la cooperación con la aislamienro y las desigualdades que es lo que favorece la estructura?
ResponderEliminarComo siempre, gracias por tus comentarios. Eres mi comentarista exclusiva. Efectivamente, hay que tener claro la diferencia para no confundir peras con manzanas.
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