La sociodiversidad es el correlato sociocultural de la biodiversidad. Esta última se refiere tanto al número y variablilidad de poblaciones de organismos y especies así como al número y calidad de las relaciones con su medio ambiente o biotopo. Las diferencias y la interacción entre las diferencias dentro de sistemas autoorganizados constituye la base de la vida sobre el planeta. La biodiversidad está seriamente debilitada por las formas socieconómicas de producción y consumo que ha adoptado una parte importante de la especie humana en los últimos siglos y que han dañado seriamente a los ecosistemas naturales. La especie humana es parte de esa biodiversidad pero, paradójicamente, su mayor amenaza.
La sociodiversidad alude a las diferencias internas y externas que hay en las comunidades humanas: es fuente de creatividad y entropía negativa y, por lo tanto, contribuye al enriquecimiento y renovación de dichas comunidades. La sociodiversidad es parte de la biodiversidad y está amenazada como resultado de los procesos de homogeneización económica, social y cultural derivados de la globalización. Pero también está amenazada por las prácticas identitarias excluyentes que exacerban las diferencias y disminuyen las interacciones entre los diferentes y, por lo tanto, disminuyen las probabilidades de que emerja lo común. Las formas organizativas en red tienen una mayor capacidad de moverse con soltura y eficacia en esa "zona media" entre lo único homogeneizador y lo particular segregador, es decir, en la zona común. Las formas reticulares de organización de las prácicas sociales al mismo tiempo que se asientan en lo común lo producen a través de sus interacciones. Lo común es simultaneamente su condición de posibilidad y su producto u output.
Las redes son buenas formas organizativas de la sociodiversidad. Reconocen las diferencias identitarias de las partes y no las subordinan a un todo mayor. Y al revés: este reconociento de la diversidad no estimula los procesos de segregación sino de participación e implicación en lo común. Las redes pueden ser realidades sociales que tengan nodos hegemónicos, es decir, con mayor capacidad de influencia sobre otros, pero estos no deben convertirse en nodos homogeneizadores. La diferencia entre lo hegemónico y lo homogéneo es crucial para entender a las redes. Las "buenas" redes huyen de la uniformidad y de la redundancia y, por lo tanto, se abren al azar y a la variabilidad.
Las singularidades organizadas en red sustituyen las ventajas competitivas por ventajas cooperativas. Para ello se requieren de competencias personales y profesionales adecuadas al nuevo escenario reticular. Una de ellas es la competencia tecnológica, no cabe duda, pero también todas esas otras cualificaciones y discualificaciones que tienen que ver con las capacidades comunicativas y creativas cada vez más presentes en todos los espacios sociotecnológicos.
ORGANIZACIÓN,IDENTIDAD,COMUNICACIÓN, APRENDIZAJE, CULTURA E INNOVACIÓN COLABORATIVA “El futuro está claro/ pero el presente es impredecible” (Pedro Lastra)
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sábado, 2 de febrero de 2013
Post 13: Redes y sociodiversidad
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martes, 8 de mayo de 2012
Post 6: La identidad de las redes y el proyecto (2)
A propósito de un interesante post recientemente leído acerca del co-working en el blog de Amalio Rey , queremos reflexionar acerca de las características desde el punto de vista identitario que tienen estas y otras formas de trabajo estructuradas en forma de red, donde a la articulación tecnológica le corresponde (de manera siempre variable y concreta) una articulación identitaria. Sin ánimo de exhaustividad señalemos tres características principales de estas identidades reticulares:
a)flexibilidad: eso es capacidad adaptativa, maleabilidad. Los nodos de la red, ya sean individuos o estructuras, deben tener capacidad de conectarse a través de diferentes interfaces con los otros nodos, es decir, a las otras singularidades que componen la red, potencialmente variables. Caras distintas, proyectos cambiantes, razones y emociones diferentes, expectativas fluctuantes, espacios físicos distintos etc.
b)movilidad: esto es capacidad de afrontar trayectorias tanto espaciales como temporales muchas veces sin puntos de referencia fijos. La condición “líquida” de las redes modela identidades cinéticas, siempre en movimiento, buscando los acoples con otras singularidades en espacios a veces con nuevas reglas del juego.
c)Precariedad: la inseguridad, la inestabilidad definen a las identidades reticulares. Las identidades parciales de los nodos justamente buscan en esa identidad común un freno a las precariedades.
Creemos que en la base de estas tres características se encuentran dos nociones importantes: proyecto y modularidad. Sobre modularidad hablaremos en un próximo post. Por ahora señalemos que “módulo” es una parte independientes y autónoma que junto a otros conforman un conjunto conectado. Los módulos pueden ser heterogéneos y de distinta naturaleza pero con capacidad de acoplarse entre ellos y tener un funcionamiento común. Un ejemplo inmediato: el motor de un coche reúne una serie de componentes autónomos integrados a través de interfaces.
Por otra parte, la noción de proyecto resulta central para la urdimbre de las identidades parciales que se integran en una identidad común. Las singularidades modulares, flexibles, móviles y precarias que configuran las estructuras en red deben ser capaces de mantenerse imbricadas. La condición de posibilidad de ese tejido identitario es el hecho de compartir un proyecto.
Por proyecto entendemos una anticipación, una dirección a seguir, una prefiguración de futuros posibles compartida por los miembros de la red. El proyecto debe formar parte de la identidad de la red y viceversa: la identidad de la red es la base para la configuración de un proyecto. La simple yuxtaposición de individuos dentro de un espacio, por muy bien diseñado, cálido o estimulante que sea, no produce necesariamente acciones en común. Los espacios de co-working, por ejemplo, tienen valor, dentro de un paradigma que propicie lo emergente, si, al mismo tiempo que comparten lo común producen lo común. Un espacio de co-working es coherente con el concepto si se entiende como una red abierta de singularidades integradas sobre lo común compartido y lo común producido. Ni la contiguidad física ni la conexión cibernética garantizan per se que una práctica de co-working llegue a buen puerto. En lo más esencial un “buen proyecto” es aquel que crea las condiciones de posibilidad para que "las cosas ocurran", provocando las “colisiones azarosas” -de acuerdo la expresión de Steve Jonson-. Pero no es el azar absoluto, fuente de caos, desorden y confusión, sino el azar enmarcado por un proyecto.
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