No cabe duda que cualquier organización
para que opere en el mundo social, para que cumpla sus propósitos, debe estar
basada en acuerdos, implícitos y explícitos, acerca de medios y metas, valores
y proyectos. Toda organización es una tarea colectiva ordenada, de lo contrario
sería un desorden inmanejable, y esa tarea requiere, entre otras mucha cosas,
sentido de pertenencia o afiliación a una identidad común.
Pero la nuevas formas de
organización del trabajo humano, favorecidas por las tecnologías de la
información, la globalización económica, la deslocalización productiva, la
flexibilidad laboral, entre otros fenómenos así como la misma cultura Internet,
abierta, participativa, horizontal e imbricada cada vez más directamente en los
procesos productivos, son refractarias a los modos clásicos de entender la
pertenencia y el compromiso de los miembros de una organización. La metáfora
del "alineamiento" usado habitualmente en el mundo del management, los recursos
humanos y la comunicación interna, para referirse a esa necesidad de integración
de las percepciones y voluntades internas
no refleja adecuadamente las nuevas realidades organizacionales. El término
tiene connotaciones demasiado verticalistas, demasiado rígidas, demasiado
castrenses. En la actualidad, resulta difícil establecer "líneas" de
demarcación, líneas de frontera, tanto territoriales como funcionales e incluso
temporales o simbólicas, en formas organizativas que tienden cada vez más
a la disgregación externa, a la heterogeneidad interna, al cambio permanente y
a la autoorganización. Todo eso afecta indudablemente a las subjetividades, a las
pertenencias y a los compromisos. Para estar comprometido con una
organización y su proyecto no es posible ni necesario "cerrar filas", entre otras
cosas porque las líneas de referencia para alinearse se han movido y/o
difuminado. Las líneas divisorias existen pero son más bien discontinuas o
segmentadas y definen bordes borrosos para las organizaciones y sus
identidades.
Las organizaciones verticales y rígidas,
existen evidentemente, pero no son
paradigmas que señalen tendencias. Al
revés: constituyen modos declinantes de organizar las prácticas colectivas: “Aunque las jerarquías
no han desaparecido, los profundos cambios en la naturaleza de la tecnología,
la demografía y la economía global están propiciando la aparición de nuevos y
potentes modelos de producción basados en la comunidad, la colaboración y la autoorganización
y no en la jerarquía y el control” (Wikinomics. Tapscott,
D./ Williams A.D.).
Los alineamientos rígidos ceden
lugar a formas de pertenencia y compromiso móviles. Los lazos interpersonales se hacen débiles (weak ties) pero no por ello menos relevantes. La existencia
de lo borroso o lo difuso es un dato de la realidad no necesariamente un
problema. Nos habla de complejidad y paradoja más que de imposibilidad de
enfrentarse a ella. Lo borroso en las fronteras e identidades organizacionales
aumenta la incertidumbre pero también expresa riqueza cultural interna y exige
otra manera de conceptualizarlas y de actuar comunicacionalmente.
En matemáticas la llamada "lógica borrosa" se propone representar la incertidumbre y vaguedad y proporcionar recursos formalizados para enfrentar la imprecisión de muchas realidades. La lógica borrosa aporta flexibilidad y tolerancia frente a la imprecisión. Sin necesidad de introducirnos en honduras matemáticas que, por otra parte, desconocemos, podemos utilizar la lógica borrosa como una buena metáfora para el análisis de las realidades organizacionales desde el punto de vista de la pertenencia y la identidad. Esa lógica nos dice, por ejemplo, que "mientras que en un conjunto clásico los elementos pertenecen o no pertenecen a él totalmente (por ejemplo un número puede pertenecer o no al conjunto de los pares, pero no pertenecerá con un determinado grado), en los conjuntos borrosos hay grados de pertenencia. Una de las máximas de la lógica borrosa es que todo se basa en grados. Hay grados de pertenencia a los conjuntos. Las pertenencias a un conjunto borroso no son excluyentes. Por eso un predicado vago o borroso no clasifica al universo en dos categorías o clases diferenciadas. Es decir, “no tiene porqué verificarse o no verificarse, sino que se verificará en un cierto grado”. Llevando la metáfora de la lógica borrosa al ámbito organizacional eso implica que a los miembros de una organización no poseen pertenencias únicas ni excluyentes ni mucho menos definitivas, sino grados variables de adscripción e identidad. El “contrato identitario”, la pertenencia simbólica y afectiva, se hace más se hace más flexible, temporal y espacialmente condicionada, es decir, vigente en el "aquí y ahora" de la organización, efecto de diálogos y compromisos contingentes.
En matemáticas la llamada "lógica borrosa" se propone representar la incertidumbre y vaguedad y proporcionar recursos formalizados para enfrentar la imprecisión de muchas realidades. La lógica borrosa aporta flexibilidad y tolerancia frente a la imprecisión. Sin necesidad de introducirnos en honduras matemáticas que, por otra parte, desconocemos, podemos utilizar la lógica borrosa como una buena metáfora para el análisis de las realidades organizacionales desde el punto de vista de la pertenencia y la identidad. Esa lógica nos dice, por ejemplo, que "mientras que en un conjunto clásico los elementos pertenecen o no pertenecen a él totalmente (por ejemplo un número puede pertenecer o no al conjunto de los pares, pero no pertenecerá con un determinado grado), en los conjuntos borrosos hay grados de pertenencia. Una de las máximas de la lógica borrosa es que todo se basa en grados. Hay grados de pertenencia a los conjuntos. Las pertenencias a un conjunto borroso no son excluyentes. Por eso un predicado vago o borroso no clasifica al universo en dos categorías o clases diferenciadas. Es decir, “no tiene porqué verificarse o no verificarse, sino que se verificará en un cierto grado”. Llevando la metáfora de la lógica borrosa al ámbito organizacional eso implica que a los miembros de una organización no poseen pertenencias únicas ni excluyentes ni mucho menos definitivas, sino grados variables de adscripción e identidad. El “contrato identitario”, la pertenencia simbólica y afectiva, se hace más se hace más flexible, temporal y espacialmente condicionada, es decir, vigente en el "aquí y ahora" de la organización, efecto de diálogos y compromisos contingentes.
Lo borroso también es un tema cada
vez más presente en las reflexiones sobre las imágenes visuales. Una fotografía borrosa puede ser vista como un
defecto o como un efecto intencionalmente buscado. Puede ser entendida como déficit
de nitidez (una pérdida de realidad) o como la aparición de algo nuevo algo no
observado hasta ahora (una ganancia de realidad); las imágenes borrosas pueden
mostrar “una visión del mundo que se escapa al ojo”. Por este motivo, una
imagen borrosa de una organización puede permitir al observador (al gestor, al
comunicador) ver nuevas realidades hasta ahora ocultas, paradójicamente, por exceso de nitidez. Nuevas relaciones,
nuevos vínculos, nuevas posibilidades de
comunicación organizacional pueden aparecer cuando la excesiva definición de los
organigramas, las divisiones funcionales, las clasificaciones profesionales, las estructuras de competencias laborales etc. se hacen más borrosas. Cuando aparecen, por ejemplo, las tensiones entre
proyectos, las diferencias culturales, los desacoplamientos estructurales, los relevos
generacionales, las adaptaciones tecnológicas, los procesos de fusión u otros signos de cambio y complejidad interna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario